jueves, 29 de noviembre de 2012

Relato: RECUERDOS ANCLADOS


Hoy os quiero dejar un relato que he escrito este año que no forma parte de Kichay. 
Este relato fue galardonado con el tercer premio del Certamen "Carta a mi madre" de Covibar, 2012.
Para quien le interese, os dejo un enlace a los certamenes de Covibar:


RECUERDOS ANCLADOS

"Querida madre,
Hace tanto que no escucho su voz que no sé si tiene ya mucho sentido escribirle, pero necesitaba expresar lo que aún siento, no puede usted imaginarse cuanto la echo de menos. Me voy haciendo mayor, poco a poco, casi sin darme cuenta, y me duele que no estemos juntas, construyendo recuerdos de la mano, como siempre debió ser.
Anoche paseaba por el pueblo y un olor llamó mi atención. No sabría decir con exactitud de qué se trataba, una mezcla de orégano y laurel creo. Me hizo recordar aquellos guisos que nos preparaba usted. A mí me encantaba observarla en silencio todas las tardes, a la vuelta de la escuela, desde una esquina de la cocina. Me reconfortaba verla moverse, madre, con sus manos curtidas, cocinando para nosotras. El tiempo nos lo robó todo después.
Siempre fui muy cabezona, bien lo sabe usted, y aunque tal vez debiera haberme dado ya por vencida, no pienso hacerlo. El dolor se torna más intenso así, quizá debiera olvidarlo todo y respirar tranquila, pero no puedo, madre, no puedo.
Una hija y su madre no deberían pasar tanto tiempo sin verse, no está bien.
En el altar, el día de mi boda, sentí sus brazos rodeándome, la calidez de su cuerpo junto al mío, como cuando era una niña. Sus manos acariciaron mis mejillas secando la humedad y no pude explicarme por qué no estaba usted allí. Me pregunté, madre, por qué no estaba, qué era aquello más importante que acompañar a su hija el día de su boda, ¿tan valiosos eran los ideales?
La culpabilicé muchos años por todo lo sucedido. Sé que es injusto, madre, pero fue así. Necesité mucho tiempo para empezar a comprender que usted no pudo hacer nada por evitarlo, yo era una niña y demandaba una madre junto a mí, y la odié por no darme lo que las otras tenían.
Hoy me avergüenzo de haber pensado todo aquello. Ahora todo se ve más claro, los años han ido poniendo todo en orden y la serenidad de que usted no tuvo ninguna culpa hace tiempo que me acompaña.
Fue el horror el culpable de todo, madre, ni siquiera ellos. No podría condenarles, no les guardo rencor. Fue el horror, no se puede culpar a ningún otro.
Es la única palabra que acude a mi mente al recordar el día que se la llevaron. Cuando vi a padre llorando, supe que algo grave había pasado, él no lloraba por cualquier cosa. Me mostró la vida sus garras por primera vez y yo, inocente, no pude sospechar que jamás volvería a verla. Padre intentaba consolarnos pero sus ojos no fueron capaces de mentirnos. Jamás podré olvidar su mirada, aquel día nos hicimos mayores de golpe.
Madre, sabe dios que he hecho todo lo posible por encontrarla, incluso a punto he estado de lanzarme al monte con una pala yo misma.
El horror, madre, él nos separó, las guerras entre hermanos.
Media vida refugié mi pena en el odio, y ahora me toca vivir con mi propia vergüenza. ¿Cómo pude culparla, madre?, ¿con qué derecho? No sé cómo pude vivir con tales sentimientos. Ahora intento limpiarme, limpiar su nombre, compensarla por tantos años en el olvido. La encontraré, madre, necesito encontrarla.
No me daré por vencida, aunque ya nadie crea en nosotras, aunque nos nieguen la verdad, aunque mis nietos piensen que estoy loca, no dejaré de buscarla. Sabe que he hecho lo imposible por encontrarla, no soporto la idea de saberla perdida, dios sabe dónde. Aún mantengo la esperanza, a pesar de todo.
Hoy necesitaba escribirle, madre, decirle que no me he olvidado de usted, que seguiré buscándola mientras las fuerzas me dejen. Su ausencia ha marcado cada uno de mis días. El  tiempo no siempre cura las heridas.
Seguramente sea poco ya lo que me queda por aquí, pero antes de irme, espero algún día poder ver su cuerpo reposando junto a padre, descansando por fin tras tantos años. Mientras tanto, solo puedo cerrar los ojos y soñar,  dejarme llevar por ese aroma mezcla de orégano y laurel que pretende, traicionero, hacerme creer que el horror jamás vino a visitarnos."


domingo, 25 de noviembre de 2012

Presentación del libro este sábado en Rivas

Como ya comenté, este sábado 1 de diciembre a las 19.15h presento mi libro Kichay.


En el acto, intervendrán:
  1. Jose Luis Abarca, miembro de la directiva de la asociación cultural Los Caprichos.
  2. Jose Guadalajara, escritor e historiador. Fundador de la asociación "Escritores de Rivas".
  3. Jaime Benito, profesor de primaria, ayudante en la corrección de los relatos.
  4. Esperanza Fabregat, filóloga y escritora. Profesora de Escuela de Escritores.
  5. Alejandro Romera, autor.
También contaremos con la presencia de Jorge Romera y alguna que otra sorpresita...
El lugar de la presentación será el salón de actos de la casa de las asociaciones de Rivas Urbanizaciones. Avenida del deporte s/n, a 3 minutos del metro Rivas Urbanizaciones.

domingo, 18 de noviembre de 2012

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En él, iremos colgando todas las novedades y cualquier noticia relativa al libro.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Relato: UNA VUELTA AL MUNDO

Hoy quiero compartir uno de los quince relatos que componen Kichay. Es uno de mis preferidos, espero que os guste:

Una vuelta al mundo.

Aquella mañana, el pequeño Nelson se levantó con la sensación de que iba a hacer algo grande. Se calzó sus sandalias y caminó, como cada día, los cinco kilómetros que separaban su poblado de la escuela.
¿Y qué ocurre si le damos la vuelta?
El profesor les intentaba explicar algo de geografía  y había traído un póster con un mapa del mundo.
¿Cómo? preguntó intrigado el maestro.
¿Por qué no lo ponemos al revés? insistió el pequeño.
Porque su orientación es esta, Nelson, siempre ha sido así. Mira, nosotros estamos aquí abajito.
¡Pues yo quiero estar arriba! refunfuñó.
El profesor calló durante unos segundos y pensó que quizá no era tan mala idea.
Está bien, lo pondremos al revés les dijo, pero mañana lo volvemos a colocar en su posición correcta.
Los niños comenzaron a reír y entre todos sujetaron el póster boca abajo mientras Nelson lo apuntalaba con unas viejas chinchetas.
Los primeros en notar la sacudida fueron, como es lógico, los esquimales del polo norte. Los iglús se tambalearon y los objetos comenzaron a volar en todas direcciones mientras sus cuerpos eran violentamente zarandeados.
¡Terremoto! gritaron algunos. Pero era mucho más que eso.
Poco a poco, la sacudida fue sintiéndose en cada centímetro del planeta.
Los grandes rascacielos fueron los que más sufrieron. Estaban construidos a prueba de terremotos pero no estaban preparados para un giro de tal violencia. Muchos de ellos se partieron por la mitad incapaces de soportar la fuerza de la inercia.
En las grandes ciudades fue donde el caos se hizo más evidente. En las bibliotecas los libros volaban por los aires. En las fruterías, las naranjas y manzanas chocaban unas con otras, lejos de la seguridad de sus cestos. Las personas parecían acróbatas saltando de un lado para otro.
Los techos se hicieron suelos y todo se volvió del revés. La sacudida apenas duró unos segundos pero fue suficiente para cambiar todo de sitio y alterar el orden establecido hasta entonces.
Esto es el fin, se apresuraron a afirmar algunos importantes dirigentes de lo que hasta aquel momento había sido el hemisferio norte. Nadie se acostumbraría a caminar entre lámparas y los retretes habían quedado pegados al techo. Nada quedó igual. Lo que antes estaba abajo ahora estaba arriba y viceversa.
Los Estados Unidos quedaron tendidos mientras sus vecinos latinoamericanos les miraban desde arriba. La Patagonia y Alaska, condenadas siempre al frío, intercambiaron sus posiciones. Los ingleses miraban a Europa desde abajo y, más que observar con orgullo como antaño, ahora pareciera que suplicasen. Sudáfrica mientras tanto se coronaba en lo más alto, como si de puntillas se elevase por encima de todos los demás. El mundo al revés, nunca mejor dicho.
Cuando las sacudidas por fin terminaron y, aunque invertido, el planeta volvió a la calma, Nelson, ligeramente despeinado, observó el póster con un gesto triunfal en su rostro.
Profesor añadió, ¿y si lo dejamos así para siempre?